Conocí a Daniel Penagos en el colectivo Booksgramcol a finales de 2019, su cuenta en Instagram es @homolectus y este es su perfil de Goodreads.
Daniel es director de la Sociedad Tolkien en Colombia y Me muero por vivir no es el tipo de novelas que suele leer, con lo cual me siento muy agradecida y honrada con él por haberle dado un espacio a mi novela y por esta completa reseña que publicó en Goodreads.
Reseña original de Daniel Penagos:
Un día Alexandra Castrillón (Bogotá, 1978) se cansó de su anterior vida y estando en la oficina cogió el computador, fue hasta la ventana, lo tiró, regaló todas las cosas de su puesto de trabajo y le dijo a su jefe que renunciaba porque ella iba a hacer lo que siempre había querido y le gustaba: ¡Iba a ser escritora!… Eso quizás no pasó así, pero puede servir como crónica de esas que tanto le gusta a la gente escuchar y me gustó pensarlo así en medio del empelicule diario en el que vivo. Lo cierto es que, Me muero por vivir es la opera prima de Alexa y una muestra de lo preparada que estaba para dar semejante salto al vacío.
Pablo y Sofía son una pareja joven de esposos que pensaban que lo tenían todo y que sus vidas eran más que perfectas: Se tenían el uno al otro, eran exitosos en sus trabajos y se podían dar los lujos que quisieran. Todo esto cambia cuando Sofía es diagnosticada con ELA —Esclerosis lateral amiotrófica—, una enfermedad degenerativa que le cambiará la vida. Ante esto, Pablo va a cumplir la promesa que le hizo a su mujer de un viaje por el mundo de un año que habían planeado hacer juntos, pero que con las condiciones actuales se convierte en una prueba de su amor. Durante un año Pablo y Sofía van a vivir su propio viaje que los va a cambiar de maneras que ellos nunca sospecharon, él por lugares del mundo a los que nunca se hubiera aventurado si no fuera porque su mujer le mostrara el lugar en el mapa y ella en el recorrido y desafíos diarios que supone su enfermedad.
Las novelas que involucren un romance no son mi fuerte, a veces las siento forzadas y demasiado dulces para mí, que creo que el amor no es como lo pintan ahí; pero Me muero por vivir propone un amor a través del viaje, de lugares diferentes, de husos horarios casi extremos. Eso fue lo que me tuvo enganchando al libro, conocer otros lugares y ver qué seguía en el próximo destino. Esta parte es clave pues es el otro eje de la novela y creo que Alexa lo ha sabido manejar muy bien pues ella conoce en la vida real los lugares que visita Pablo. Nada de Wikipedia o Google maps, todos los lugares —y creería que una que otra anécdota en algunos lugares— Alexa los ha vivido, eso es algo que se nota en los datos, descripciones y sensaciones de los lugares que ella quiere transmitir.
Si bien es una novela sobre viajes —y amor—, cada tanto salen a flote paralelos entre los lugares que visita Pablo y nuestro país, paralelos sobre nuestra actualidad, nuestra historia reciente, la gente y las ciudades. Este punto de encuentro, de realidad, de contexto local sirve mucho para entender que, finalmente no somos tan diferentes, ni especiales, ni únicos como a veces nos gusta creer; que, si bien pueden separarnos miles de kilómetros y tener lenguas diferentes, muchos lugares han atravesado momentos igual de difíciles que nosotros y todos han sabido salir adelante como pueblo, sin importar que tan hondo hayan caído.
Con una narrativa ligera que se deja leer fácil y sin tanto moño que oculte lo que se quiere decir, Alexa propone la novela en dos formatos: una narración en tercera persona de lo sucede en las vidas de los personajes y una correspondencia vía email entre ellos. Ambos complementarios entre ellos y que vienen muy bien para aterrizar un poco la realidad en la que vive, sobre todo, Sofía en Medellín mientras su enfermedad avanza. Me gusta ver como el formato de novela epistolar ha mutado y sigue vivo, uno de los aciertos de la novela.
Hablando de emociones, no son algo exclusivas de los lugares que Pablo visita, están presentes también en cada uno de los personajes con los que nos encontramos a lo largo de la novela. Todos bien definidos y con rasgos que descubrimos con el pasar del tiempo. Esto va de lado con la evolución que van a experimentar a lo largo de la novela, poco a poco Pablo va a ser un hombre más arriesgado, libertino e incluso más hippie de lo que quería ser al inicio del viaje; Sofía cederá el control que siempre ha querido tener sobre todas las cosas que están alrededor de su vida en otras personas que las puedan manejar mejor que ella, va a descubrir asuntos de su ser que nunca antes se había atrevido a explorar y que la ayudarán a “completarse”.
El libro está dividido en los tradicionales capítulos y además está dividido por días de viaje, estos segundos creo que funcionan más que los capítulos y tienen más relevancia. Hubo veces en las que olvidaba por completo el capítulo en el que estaba, pero no el día ni el lugar; a lo mejor hubiera sido una división interesante para el libro: dividirlo en países en vez de en capítulos.
Una vez se va aproximando el final del viaje los días van a pasar más rápido, casi como ráfagas; las últimas páginas me llevaron prontamente al final con un resumen de lo que pasaba en cada día. De la nada me descubrí junto a Pablo de nuevo en Medellín junto a su familia y su esposa. Esto, junto con la parte del reiki mientras Sofía estaba en coma son para mí los dos principales peros de la novela: el primero porque me cambió el ritmo de la historia de una página a otra y el segundo porque detesto la seudociencia y los charlatanes que se aprovechan de ella y juegan con los sentimientos y necesidades de las personas.
El libro me resultó motivador para empacar y viajar, más luego de tanto encierro que vivimos el último año. Motiva a explorar tantos parajes que hay en el mapa sin temor alguno y con la idea latente en la cabeza de que cada lugar tiene sus detalles particulares por descubrir que están esperando el día que vayamos por ellos, que nunca es tarde para empacar y que probablemente el viaje que nos cambiará la vida será el próximo; y si no es ese, el próximo sí, o si no el que viene y así.
Le auguro a Alexa una carrera prolífica en las letras, una carrera que nos muestre tantos lugares que conoce y que a través de ello nos dé más ganas de conocerlos con ojos propios. Finalmente, en la vida nos quedan solo dos cosas: los libros leídos y los lugares vistos.