fbpx

La Fundación Gabo abrió nuevamente este año el concurso para la «Beca Michael Jacobs» de crónica viajera y decidí postularme con un proyecto que podría convertirse en mi próxima novela. El concurso se cerró hoy 9 de diciembre y el ganador se anunciará en el «Hay Festival Cartagena» el 2 de febrero del próximo año. Para mí sería un logro muy importante ganar esta beca ya que me encantaría llevar a cabo el proyecto con el que estoy participando.

El proyecto a grandes rasgos

Contaré la historia de la familia Cárdenas Escobar en una novela corta, en la que tres mujeres, cada una de una generación diferente, relatan cómo han vivido la transformación obligada que les impuso la violencia en Colombia, teniendo que adaptarse a todas las circunstancias que se presentaron en tres momentos de su vida (lugar de origen, primer desplazamiento, segundo desplazamiento). El enfoque no estará dado desde el conflicto ni de la victimización sino desde la relación de cada una de las mujeres con el campo, sorteando circunstancias como por ejemplo aprender a cocinar con lo que pueden sembrar en La Hinojosa, que es completamente diferente a lo que tenían en su lugar de origen.

La novela será un viaje de tres generaciones, contado por tres mujeres, en tres momentos, en el que se mostrará la riqueza del campo colombiano, el oficio campesino como sustento de la vida y la resiliencia de la familia.

«Los monos» de La Hinojosa (fragmento)

La primera vez que pasaron los guerrilleros por El Brillante, Nubia los trató como comerciantes, de esos que en aquella época recorrían las veredas con enseres que entregaban a cuotas y que iban desde las más simples baratijas hasta lo último en tecnología. Una vecina de la finca de arriba le había hablado de la televisión y con emoción cuando los vio a lo lejos pensó que traían el extraño aparato que aún no lograba imaginarse de manera precisa. Les hizo señas para que se acercaran, los hizo entrar a la cocina y les ofreció agua de panela mientras presumía la gallina que recién había matado.

Sin necesidad de muchas preguntas les contó que José se había ido al pueblo para negociar la cosecha, que ya tenía cinco meses de embarazo (aunque no se le notara mucho) y que estaban ahorrando para ampliar la casa, una sencilla construcción de bahareque en la que además de la cocina solo tenían una habitación y un baño a unos pocos metros. Los visitantes venían a venderle ideas, pero era difícil quitarle la palabra y pronto la identificaron como alguien que podría servirles para aleccionar al resto de la vereda.

Con maestría pasó la gallina durante unos segundos por el agua caliente y empezó a desplumarla sin dejar de hablar. Era su forma de evitar que le hicieran las preguntas que conocía desde niña: ¿estás enferma?, ¿con qué te blanqueas las cejas y las pestañas?, ¿cuántos años tienes que ya te salieron canas? El albinismo la había hecho diferente, condenándola a un protagonismo del que había aprendido a sacar provecho para nunca pasar inadvertida.

El piso de tierra se cubrió rápidamente de plumas. Nubia se quedó en silencio mientras pasaba la gallina por las brazas con mucha concentración para quitarle las últimas barbillas. Examinando cada rincón del animal, se emocionaba al darse cuenta de que había perfeccionado la técnica de su mamá. Los guerrilleros empezaron a contarle sus ideas, pero ella sin vergüenza retomó la palabra a la vez que restregaba la piel de la gallina con limón sobre el fregadero.

Los despidió avisándoles que pronto tendría que salir a lavar la ropa a la quebrada, les empacó un fiambre de arroz con papas y huevo cocido en hoja de plátano y les pidió que volvieran cuando tuvieran televisores; aunque no podían gastarse los ahorros en esos lujos, le gustaría conocer los aparatos.

Sonriéndoles los despidió desde la puerta de la casa y los siguió con la mirada hasta que se perdieron más allá del portón. Corrió a hacer el inventario de lo que tenían, de lo que debían, de los familiares que viviendo más lejos pudieran recibirlos. Sabía que un día, más tarde o más temprano, volverían esos hombres, tal vez con otras caras, quizás con otros discursos, definitivamente con otra actitud… Volverían para quitarle todo, para arrancarle la vida como si fuera plumas de una gallina, quemarle lo que le quedara y restregarle la dignidad hasta que no quedara nada.

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *